UN PAPA QUE SE PREPARA SU COMIDA
UN PAPA QUE SE PREPARA SU COMIDA
Por Guillermo Romero Salamanca
El 13 de marzo del 2013, el periodista Jorge
Marirrodriga de El País de España titula su perfil sobre el nuevo Pontífice
como “El Papa que se hace la comida”.
“De carácter reservado, sabe
convertir en una ceremonia íntima desde una misa en la catedral a un bautizo
familiar. No es descartable que sorprenda alguna vez a sus asistentes
personales --la conocida como familia pontificia--, cocinando. Entre otras
cosas el Colegio Cardenalicio ha elegido a un papa que se hace la comida”,
apuntaba el connotado periodista.
En el libro “El Papa que ama
el fútbol” de Michael Part se revela que el plato favorito del entonces
cardenal era “la cotoletta alla milanese
que hacía su madre; chuleta de ternera frita con verduras, que a él le gustaba
comer acompañada de patatas”.
El Papa Francisco es un
hombre sencillo. Práctico y pegado de los detalles pequeños de la vida. Se le
ha visto haciendo fila en el restaurante, como cualquier trabajador.
Y en su etapa como obispo
era común que él mismo preparara sus alimentos.
DEL NORTE DE ITALIA
Cuando tenía 10 años decía
orgulloso que lo único que sabía hacer era agua hervida. En 1949, después del
nacimiento de su hermana María Helena, Jorge Bergoglio aprendió un nuevo
oficio. Fue su mamá, doña Regina, quien le dio las primeras instrucciones:
“Tráeme unas papas, un cuchillo y un cuenco”.
Ella le enseñó a preparar la
cotoletta a la milanesa, una receta típica del norte de Italia, muy parecida a
nuestra chuleta vallecaucana. Se hace con una costilla de ternera que se empana
y se frita en mantequilla.
Si fuera a invitar a cenar a
unas cuatro personas, de seguro el Papa Francisco pediría que le trajeran 2
huevos, 4 lomos de costilla de ternera, unos 200 gramos de mantequilla, una pizca de sal y perejil.
El Pontífice sabría que lo
primero que hay que hacer es limpiar bien la carne, en un plato anexo se
batirían los huevos agregándoles la sal y en otro, se rallaría el pan duro y se
mezclaría con perejil.
Metería los
trozos de carne en el pan rallado y luego se le agregaría el huevo y los
presionaría. En una sartén, a fuego bajo, con la mantequilla caliente, se
meterían las costillas.
Esperaría a
que estén bien dorados y luego los dejaría secar encima de unas servilletas.
Emplataría con papas fritas y algunas verduras y listo. Buen apetito.
VISITAS
A LAS COCINAS
Cuando era
obispo de Buenos Aires acostumbraba visitar las llamadas villas, conocidas en
otras partes como barriadas, donde ejercía una labor social y pastoral.
Después de
hablar con los vecinos, pasaba por las cocinas y les hacía una inspección dando
los mejores consejos para que los platos quedaran más exquisitos. No resulta
extraño verlo, en medio de platos en sus visitas a las familias, en los conventos
o en los hogares sociales.
En su visita
a Colombia es probable que pase por la cocina de la Nunciatura varias veces.
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