“LOS OBSTÁCULOS DEL HAMBRE Y LAS MIGRACIONES
SON LOS
CONFLICTOS Y LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS”
“La relación entre el
hambre y las migraciones sólo se puede afrontar si vamos a la raíz del
problema. A este respecto, los estudios realizados por las Naciones Unidas,
como tantos otros llevados a cabo por Organizaciones de la sociedad civil,
concuerdan en que son dos los principales obstáculos que hay que superar: los
conflictos y los cambios climáticos, dijo el Papa Francisco en la celebración
del aniversario 72 de la creación de la Agencia de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación, FAO.
“Está claro que las guerras y los cambios
climáticos ocasionan el hambre, evitemos pues el presentarla como una
enfermedad incurable. Las recientes previsiones formuladas por vuestros
expertos contemplan un aumento de la producción global de cereales, hasta
niveles que permiten dar mayor consistencia a las reservas mundiales”, manifestó
el Papa, al hablar ante jefes de Estado y de
gobierno en la Jornada Mundial de la Alimentación –cuyo tema es “Cambiar el
futuro de la emigración. Invertir en la seguridad alimentaria y en el
desarrollo rural” y que se desarrolla en Roma.
En su discurso de 35
minutos, manifestó también que “la realidad actual reclama una mayor responsabilidad a todos
los niveles, no sólo para garantizar la producción necesaria o la equitativa
distribución de los frutos de la tierra sino sobre todo para garantizar el
derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades, tomando
parte además en las decisiones que lo afectan y en la realización de las
propias aspiraciones, sin tener que separarse de sus seres queridos”.
En los cuatro puntos de su alocución, el
Romano Pontífice manifestó también, el hambre no es una enfermedad y que las
migraciones se pueden enviar. “Sabemos que la cooperación está cada vez más
condicionada por compromisos parciales, llegando incluso a limitar las ayudas
en las emergencias. También las muertes a causa del hambre o el abandono de la
propia tierra son una noticia habitual, con el peligro de provocar indiferencia”.
Luego les solicitó a los asistentes y a
los dirigentes del mundo, “encontrar nuevos caminos para transformar las
posibilidades de que disponemos en una garantía que permita a cada persona
encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusión”.
“Cuántas son las
víctimas de la desnutrición, de las guerras, de los cambios climáticos. Cuántos
carecen de trabajo o de los bienes básicos y se ven obligados a dejar su
tierra, exponiéndose a muchas y terribles formas de explotación. Valorizar la
tecnología al servicio del desarrollo es ciertamente un camino a recorrer, a
condición de que se lleguen a concretar acciones eficaces para disminuir el
número de los que pasan hambre o para controlar el fenómeno de las migraciones
forzosas”, preguntó.
“¿Cómo se pueden
superar los conflictos? El derecho internacional nos indica los medios para
prevenirlos o resolverlos rápidamente, evitando que se prolonguen y produzcan
carestías y la destrucción del tejido social. Pensemos en las poblaciones
martirizadas por unas guerras que duran ya decenas de años, y que se podían
haber evitado o al menos detenido, y sin embargo propagan efectos tan
desastrosos y crueles como la inseguridad alimentaria y el desplazamiento
forzoso de personas”, agregó.
“Se necesita buena voluntad y diálogo para
frenar los conflictos y un compromiso total a favor de un desarme gradual y
sistemático, previsto por la Carta de las Naciones Unidas, así como para
remediar la funesta plaga del tráfico de armas. ¿De qué vale denunciar que a
causa de los conflictos millones de personas sean víctimas del hambre y de la
desnutrición, si no se actúa eficazmente en aras de la paz y el desarme?,
interrogó una vez más.
LA IMPORTANCIA
DEL DIÁLOGO
“No podemos actuar
sólo si los demás lo hacen, ni limitarnos a tener piedad, porque la piedad se
limita a las ayudas de emergencia, mientras que el amor inspira la justicia y
es esencial para llevar a cabo un orden social justo entre realidades distintas
que aspiran al encuentro recíproco. Amar significa contribuir a que cada país
aumente la producción y llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se
traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar
políticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su
dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre
los que gozan de lo superfluo y los que carecen de lo necesario”, agregó.
“Es necesario que a
todos los niveles se dialogue de manera amplia y sincera, para que se
encuentren las mejores soluciones y se madure una nueva relación entre los
diversos actores del escenario internacional, caracterizada por la
responsabilidad recíproca, la solidaridad y la comunión”, expresó el Papa
Francisco.
“El yugo de la
miseria generado por los desplazamientos muchas veces trágicos de los
emigrantes puede ser eliminado mediante una prevención consistente en proyectos
de desarrollo que creen trabajo y capacidad de respuesta a las crisis
medioambientales. Es verdad, la prevención cuesta mucho menos que los efectos
provocados por la degradación de las tierras o la contaminación de las aguas,
flagelos que azotan las zonas neurálgicas del planeta, en donde la pobreza es
la única ley, las enfermedades aumentan y la esperanza de vida disminuye”,
dijo.
“La Iglesia
Católica, con sus instituciones, teniendo directo y concreto conocimiento de
las situaciones que se deben afrontar o de las necesidades a satisfacer, quiere
participar directamente en este esfuerzo en virtud de su misión, que la lleva a
amar a todos y le obliga también a recordar, a cuantos tienen responsabilidad
nacional o internacional, el gran deber de afrontar las necesidades de los más
pobres”, concluyó.
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